I
Ya el atardecer se cierne, pardo,
sobre los cascos de concreto,
descansa la ciudad en grisaseos secretos.
Yo me pongo la cerradura,
quito de encima los minutos
y me dispongo a pensar en silencio,
sin pedirle nada a la muerte,
sin robarle nada a la vida,
a matarme entre cuatro paredes
a renacer bajo mis zapatos...
Y de tanto en tanto
bajo las palabras y en medio del verso
inicio un viaje desnudo hacia tu nombre.
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