Lo cierto es que ella hablaba mejor con las caderas, si se mecian suavemente al caminar directo hacia mi podia ver como se dibujaba un beso en las nubes que indefectiblemente se estrellarian en mi boca. Si rigidas sostenian sus manos, podia ver a millones de kilometros alejados dos enojos que se estamparian con ese imbecil que tengo tatuado en la frente. Luego en el sube y baja de su mortal placer veia la brisa de una sonrisa que emitia mi piel, y en los gemidos de su caderas y el golpeteo de mi cintura se escribian los versos mas indecentes que el pecado aprendia de memoria. Nunca tuve plena conciencia de ello, hasta que en ritmico vaiven de una mañana fueron perdiendose de vista en esa muchedumbre donde la vi por ultima vez, alegres y altivas sus caderas enviaron dos besos y dibujaron el adios de izquierda a derecha. |
miércoles, 4 de mayo de 2005
Su lenguaje
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