Ojos color de miel

Era un chico llamado Iago, de ojos tristes y mirada perdida, que todos los días con el ángelus desayunaba 30 minutos de felicidad...

Su historia, terminaba tan triste -maldito sabina- que nunca la pude empezar.

Por el pueblo sólo se oyeron rumores, de un vampiro maldito que vino y se lo comió. Hubo una muchacha con ojos color de miel, dicen que vago por un tiempo intentando rescatarlo de los colmillos y las entrañas del vampiro maldito... pero sólo encontró restos de sangre, y un poema interminable...

A veces, todavía veo la sombra del vampiro brincar por azoteas y reptar en las coladeras. Algo busca, como si una fuerza misteriosa lo arrojara cada noche a la ventana, que siempre da a las cortinas donde se esconde la chica de los ojos color de miel.

Sospecho, y póngase esto al escrutinio de los estudios mas avanzados en la psicología de los no-muertos, que algo de la sangre de Iago se le ha colado al corazón marchito, y que se echa a andar, y funciona incluso, cuando puede mirar esos ojos tristes color de miel. Es simplemente una sospecha, cuando busco al vampiro en los espejos, nunca lo puedo ver.

Sólo veo un par de ojos que me miran tras un velo de nostalgia y me castigan cuando se cierran. Y buscan en mí un pedazo del alma de Iago. Y encuentran algo todavía, cada vez que es mediodía. Sólo sé, que son color de miel y no puedo dejar de mirarlos.

Si pudiera, señor juez, le daría la eternidad a la muerte o al cielo, para que volviera Iago y me arrancará la cabeza, y usara mi cuerpo como su cuerpo y se volviera a enredar en esa mirada color de miel repleta de preciosa nostalgia.