sábado, 6 de marzo de 2010

Pateando ángeles

El exilio disfrazado de soledades,
escapando de esos enfermos civilizados,
déjalos rodar por la pendiente del sentido común.
Y que se pierdan. Antes ellos y no yo.
Y una mujer desnuda me estudia
desde la oquedad de su presencia.
Y yo la quiero... ya sabéis bien para qué.
Estoy perdido y no me busco.
Enrevesado, aburrido, patológicamente aburrido.
Intransigente, necio, abyectamente sordo.
Anacoreta, difuminado, mentalmente ensimismado.
El miedo es un medio idóneo para perderse.
Y esa mujer desnuda que ya no me divierte.
Yo la cambio por un pecado...
Las morenas están en boga por el sub-mundo porno gore.
Para que engañarse al medio día,
es muy temprano para morirse
y muy tarde para volverse loco,
la demencia es patrimonio de los seniles.
Y esa mujer desnuda que algún lugar existió,
de mi no se dio cuenta.
Yo la amo de nuevo...
Porque el olvido es el mejor afrodisiaco.
En estas épocas del amor en venta,
del cielo en coma y los infiernos en rebaja:
Los enfermos somos los incivilizados salvajes exiliados,
los enrevesados, los intransigentes, los anacoretas.
Otra mujer desnuda aparece sonriendo
en mi carpeta de perversiones.
Y yo gano en confianza...
Por qué el ostracismo siempre encuentra sus excusas.

Los sanos civilizados, los cordiales, los amistosos,
los que ríen cada día y se duermen satisfechos,
los saludables y esperanzados,
los que perseveran y alguna vez alcanzan
pueden irse juntos a la reputísima madre que los pario.

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