domingo, 8 de febrero de 2009

kamikaze

Estoy cansado, tirado en una cama
y los pensamientos del día caen
sobre mi cabeza como pequeñas agujas epidérmicas
un brazo sobre mi cara
apenas dejando libre los ojos
para terminar de leer ese libro que siempre leo
pero me he fastidiado
es una tarde gris tranquila
en esta ciudad de la que me voy despidiendo a plazos
y pienso que lo mejor o lo único bueno
que queda por hacer en un día
de aplastante mediocridad es encender otro cigarro
pero perdí el encendedor
carajo deberé levantarme.
Enciendo el ordenador a las milnovescientas en punto
y comienzo a describir una buena tarde
una tarde tranquila, solitaria, lejana
con soldados de la conciencia que me llueven ardiendo
¿o serán kamikazes?
Ahora pienso, que lo más correcto seria desaparecer aquí.
Dejo la crónica, no es lo mío.
Me pongo un casco, me elevo quinientos metros
escupo en el ojo de la luna
y me lanzo al vacío, pero sin prisa,
que nadie me espera allá abajo.

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