sábado, 29 de marzo de 2014

Sutil

A veces entre tu boca,
quizá midiendo el espacio
de tu pecho y tu barbilla,
se deja caer entre tus piernas
como un mal de amores
o un bien desahuciado
aplica una herida a la navaja
un chasquido a la sorpresa
una gota de sudor,
paracaidista permanente,
en la homilía de tus orgasmos.
Luego amanece, se disfraza
del mismo idiota que apenas
y reconoce tu nombre
cuando la luz te transfigura.
No eres tú, es él, es que
simplemente busca a otra.

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