lunes, 13 de septiembre de 2010

Filosofía sonámbulista

Como andamos tan enfermos de nosotros hemos querido dar un descanso a la falsa modestia y la diplomacia. Esto de las matanzas es una filosofía mal entendida. Estamos exfoliando nuestras diferencias. No se malentienda. Hay que desprenderse para llegar al nirvana, sacudirse lo superfluo y reivindicar el camino de la abstención. La sangre del vecino corriendo por los pastos, intoxicando las alcantarillas. Es budismo zen. Que incomprendidos estamos.

La verdad se encuentra cerca, en las narices del tiempo, estamos a una bala de metralla de alcanzarla.

Mientras tanto, habría que tomar un descanso en esta meditación axiomática del espíritu, volver al origen del tedio. De la inoperante paz, de la nada que conserva la sangre en las venas y el dolor en lo abstracto. Tomar, propiamente dicho, unas vacaciones de nosotros mismos y los demás tan enfermos todos de estudiarnos con el amor que el forense le profesa a su cadáver con el escalpelo.

Un viaje en canoa por el Aqueronte, por ejemplo. Una expedición multitudinaria al Hades, think about it, ciento seis de millones de personas tomando por asalto los trenes subterráneos del inframundo, colapsando el sistema hotelero de Xibalbá. Si eso no repunta la economía del infierno, no se que lo hará. El diablo es mal administrador.

Para que desgastar energías queriendo tomar el control de un sitio asediado por el caos, es como querer derrotar dragones de viento o molinos imaginarios con una espada que no escurra tinta. Mejor sería reposar tranquilamente en una playa de ultratumba, haciendo castillos medievales con la arena del tiempo. Y que todo se vaya a la mierda, para luego organizar una expedición al Disney World escatológico. Que todo es una moda, y a uno le gusta seguir tendencias.

Estamos vencidos y enterrados, lo que no hacemos es aceptarlo. Por eso tanto caos. Intolerancia, intolerancia al anonimato, a la simpleza. Lo que nos mata son las ambiciones. El nirvana incluso es una ambición, mírese como se mire. El único desprendimiento, no es la muerte no señor hortera, es la desatención. Si el mundo prestara menos cuidado, si observáramos menos y roncáramos más. Que pacifico seria todo.

Andar, como un amistoso sonámbulo, al filo del abismo. Que igual ya estamos cayendo.


*Sonambulista, licencia -patética- del autor.

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