miércoles, 21 de septiembre de 2011

tu invento incompleto

Tuve mujeres precisas, mujeres austeras, mujeres ajenas, mujeres sociales, mujeres tristeza, mujeres fodongas, mujeres a medias y algunas casi deshechas. Mujeres tan libres que perdieron sus guerras. Algunas que solo invente al verlas pasar, dándoles atributos que solo la fiebre concede, alguna que solo probé por el gusto de perderla enseguida. Algunas me tuvieron pero ahora lo callan, la vergüenza dura más que el amor eterno, pero no demasiado. En fin, todo es pasado.

Las grandes pasiones en la historia de mis días bien pudieron ser sesiones urgentes con mi mano izquierda y no habría tenido diferencia, tampoco para ellas. Y aun así, algunas noches, remendé los pedazos de mi alma desierta, de mis labios resecos, de mi bragueta postguerra, de miradas opacas, despedidas insoportablemente urgentes.

A ti, que nunca te tuve, que tu presencia realista destrozaba mi lista de sueños pendientes, que tu tristeza perpetua, inmensa, desbordante y contenida en tu sonrisa discreta solo era equiparable con tu capacidad inhumana para amar, a ti, que no te cuento sino en mis dulces pesadillas, en mi historia de trágicas comedias, a ti te recuerdo, me atacas siempre por un flanco desierto y me absorbes, y siento la urgencia de tocarte de pronto, de encontrarte las venas y pincharte un secreto, de mirarte de nuevo y por vez primera. A ti, que solo te encuentro en esa dedicatoria ilegible del libro de sonetos que me regalaste o entre las líneas de tu poesía inexpugnable, en los renglones torcidos de mis recuerdos etéreos. A ti, precisamente a ti, creo que ya no puedo encontrarte.
Si no te tuve a ti no tuve nada, si no respire tu aire jamás he vivido. ¿Cuándo me convertí en algo que te inventaste y por qué no vienes y terminas tu historia?

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