martes, 6 de julio de 2010

Domador de bestias

Exhume, los cadáveres del armario
sudorosos y cansados, como mineros perdidos en el laberinto de Mitra
resbalaron uno tras otro a las cosas monótonas, al brillo de la salida
al sol prendido de lo cotidiano, los cadáveres se fueron.

Eximí, la tristeza de mis ojos
fuera cadenas candados y murallas
la deje pasearse por mi casa para que supiera estar
y aprendiera las reglas básicas de la convivencia con la soledad
y el desahucio. La tristeza se queda, aprendiendo a dominarla
alimentarla de pan duro y un vaso de agua al mes
enseñarle modales y dejarla brotar, avanza precisa
cuando las musas lo ameritan.

Ahora estoy curado, gracias, le regreso las pastillas a la enfermera
y le pido su teléfono, una copa al cantinero, con el mismo veneno
y llamo un taxi para que recoja los despojos y los heridos.

Exprimí, el humo de los pulmones
en la juerga eterna de las habitaciones frías en hoteles de paso
saturadas ya, de muñecas maquilladas que no saben
regatear un mal abrazo ni rematar una descomunal felatio.
Tras esos ojos de estaño, no hay vida. Hay flores explosivas
caracoles vengativos que nunca miran atrás.
Con su mirada me entiendo.

Hablo solo, bebo te, duermo poco y mal
canto las canciones de verano con particular destreza
juego al solitario con la almohada
y me entretengo tejiendo hileras de sueños en las nubes grises.
La vida transcurre lenta e inexpresiva.
como un desvelo, como una bestia herida.
Ya morderá, debido a eso no pierdo la fe.

2 comentarios:

TruHan dijo...

logre que la soledad y la tristeza se hicieran enemigas acerrimas, asi puedo cambiar de compañera cada cierto tiempo... aunque viven en el mismo espacio no se juntan, a menos claro esta que haya un nectar de por medio.

Saluddddddd.

S.S. dijo...

un nectar, o el sudor, o una gota de salvia... pero algo que medie... salud y redoble.